martes, 24 de mayo de 2011

Conocimiento científico producido por alumnos de PRACTICA PROFESIONAL DE ABOGACIA


Dario Federico Ocampo Pilla (@dfocampopilla) fue durante el año 2010 alumno en la materia PRACTICA PROFESIONAL en la Facultad de Derecho- UBA- de la Comisión Nro. 1109 a cargo del Dr. Diego Calandria (@DiegoCalandria)

Presentó una ponencia en el IV CONGRESO DE PRACTICA PROFESIONAL que se realizó en la ciudad de Tucumán durante el año 2010. Su trabajo fue seleccionado como "mejor ponencia en la categoría alumnos" denominada Previsibilidad. ¿Qué debe hacer el abogado antes de realizar el encuadre jurídico definitivo del caso que expresará en el planteo judicial?"
.


La Dra. Malena Kareen Totino Soto (@malenatotino) participó en el mencionado congreso como Juez en la Comisión Evaluadora Civil.


El desarrollo de objetivos en la materia que tienen que ver con la producción de conocimiento científico en derecho da cuenta que la experiencia es parte de un proceso de formación. Nada ocurre de un día para otro.

Pedimos al hoy Dr. Dario Federico Ocampo Pilla que nos describa ese proceso desde su experiencia personal para compartirlo por esta via con otros alumnos y docentes que se encuentran hoy en la tarea de elaborar una ponencia para el V CONGRESO DE PRACTICA PROFESIONAL DE ABOGACIA ( Santa Fe, 3 y 4 de Noviembre del 2011).-

Y asi nos relata en primera persona:

"Era la mañana de un viernes de invierno. En el aula 7 del 8º piso del Palacio de Justicia, entre consultantes, carpetas, cédulas, oficios y escritos, alguien ingresó, y con el permiso del profesor, invitó a todos los alumnos a presentar una ponencia en el IV Congreso Nacional de Práctica Profesional de la Abogacía que se iba a realizar en la ciudad de San Miguel de Tucumán.
Una vez que dicha persona se retiró, el profesor preguntó a sus alumnos si había algún interesado. Casi impulsivamente, como si hubiese sido un reflejo natural, una sola voz y una sola mano se levantaron: eran las mías.
La pulsión de tal reflejo quizás yacía en que hacía tiempo sabía que tenía algo para decir. Era una idea. Solo una vaga idea. Pero las ideas en el peor de los casos suelen llegar a ser no más que una “buena idea”, y en el mejor de ellos, pueden ser una realidad. Y esa idea, voluntad y esfuerzo mediante, se transformó en realidad: una ponencia, un trabajo científico de investigación y creatividad, generador de conocimientos.
Tal realidad, salvando las distancias, llegó a sentirse como un padre siente la concepción y la existencia de su propio hijo; alcanzó a ser apreciada de la misma manera que la mano del hombre trabaja con un cumulo de acrílicos, lienzos y pinceles para transfórmalos en una obra artística.
Llegar a ello no fue tarea fácil, antes hubo que recurrir a fuentes bibliográficas en primer lugar para saber si esa “idea” ya había sido transformada en “realidad” por algún doctrinario del derecho, también a fin de obtener conocimientos que complementen y sustenten la “idea”. Asimismo, como todo buen discípulo debe obrar, hubo que recurrir a la sabiduría, el consejo y la crítica de los maestros.
La voluntad había vencido y le había otorgado carácter fáctico al plano ideal.
Cuando la “idea” ya había abandonado tal calidad, para ya transformarse en “realidad”, era tiempo de presentar y defender la ponencia en la arena: la Faculta de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán, en el marco de mi primer Congreso como ponente.
Ello sí fue tarea fácil, mas no por las cualidades del ponente, sino porque esa “realidad” ya tenía entidad propia, era lo más parecido a un ser que había invadido a la persona del ponente para expresarse y generar los anticuerpos necesarios para saber defenderse de cualquier agente exógeno.
Al finalizar, dicha “realidad” había cautivado a la mayoría de los asistentes, quienes se acercaban a dar vuestras felicitaciones, y de mi parte, humildemente intentaba compensar lo imposible: tal gratificación, con un mero agradecimiento.
Finalmente, había llegado el momento del acto de clausura del Congreso y, seguido ello, la entrega de premios.
Imposible olvidar el auditorio lleno de conocedores del derecho y sentado en la butaca de mi derecha, mi profesor, quién había concurrido para acompañarme, resignando los compromisos familiares y laborales. A esa altura, ya no era solo mi profesor, era mi par, mi espalda y mucho más todavía.
Una vez finalizada la lectura de las conclusiones de las comisiones del Congreso, se procedió a entregar los premios de los ponentes ganadores del acontecimiento académico.
Podría finalizar aquí el comentario de esta vivencia. Miren si hay riqueza para obtener y disfrutar. Pero todo no había terminado allí. Cuando era el momento de oir por los parlantes del auditorio el nombre del ganador de la categoría en la cual había presentado la ponencia. Tal nombre fue el mío, y desde el inmediato abrazo que nos encontró con mi “profesor” hasta el día de hoy, todo ha sido distinto ya sea desde reconocimientos académicos hasta becas otorgadas como consecuencia por la labor desarrollada en el Congreso.
Por último, considero que cualquier conclusión frente a las palabras que preceden será insuficiente. Darío F. Ocampo Pilla "

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